
Una de las imágenes más famosas del fotógrafo Robert Frank despertó un interés particular de su amigo, el escritor beat Jack Kerouac.
En su introducción al libro de fotografías de Frank “Los Americanos”, Kerouac escribió: “Esa chica solitaria del ascensor mirando hacia arriba, suspirando en un ascensor lleno de demonios borrosos, ¿Cuál es su nombre y dirección?”
Ahora lo sabemos.
Hoy, Sharon Collins vive en San Francisco. Hace unos 10 años visitó el San Francisco Museum of Modern Art y se sintió atraída por una foto en particular – la misma foto sobre la que Jack Kerouac escribió.
“Me paré en frente de esta fotografía en particular, probablemente por un total de cinco minutos, sin saber por qué me estaba fijando en ella”, dice. “Y entonces realmente me di cuenta de que la chica de la foto era yo.”
La emblemática foto muestra a una joven, pulsando el botón de un ascensor, mirando hacia arriba con una expresión indescifrable.
En ese momento, su nombre era Sharon Goldstein, viviendo en Miami Beach. A los quince años, ella consiguió un trabajo de verano como chica del ascensor en el Hotel Sherry Frontenac. Ella dice que el hotel estaba siempre lleno de turistas, y muchos de ellos tenían cámaras. Aunque desea recordar ese turista en particular, no lo consigue. Pero ella ha reconstruido lo que pasó mirando la hoja de contactos de Frank.
“Robert Frank hizo unas cuatro fotos mías sin flash en el ascensor. Yo no sabía que las estaba tomando. Después, cuando el ascensor vacío sus ‘demonios borrosos'”, dice ella, “él me pidió que me girase y sonriese a la cámara. Y esbocé una sonrisa, poniendo mis manos en mis caderas.”
Pero a partir de la única imagen que fue elegida para “Los Americanos”, Kerouac adivinó que ella se sentía sola. Collins cree que él tenía razón.
“Él vio en mí algo que la mayoría de la gente no ve. Tengo una gran sonrisa y una gran carcajada, y por lo general soy bastante divertida. Así que la gente ve algo en mí. Y sospecho que Robert Frank y Jack Kerouac vieron algo más profundo. Algo que sólo las personas que estaban muy cerca de mí podían ver. No es necesariamente soledad, es… ensoñación.”
Medio siglo más tarde, Collins posa en una recreación de la misma escena. Más abajo puede verse esta imagen.
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One of photographer Robert Frank’s most famous images aroused a particular interest from his friend, beat writer Jack Kerouac.
In his introduction to Frank’s book of photos “The Americans”, Kerouac writes, “That little ole lonely elevator girl looking up sighing in an elevator full of blurred demons, what’s her name and address?”
Now we know.
Today, Sharon Collins lives in San Francisco. About 10 years ago she visited the San Francisco Museum of Modern Art and found herself drawn to a particular photo — the same photo Jack Kerouac wrote about.
“I stood in front of this particular photograph for probably a full five minutes, not knowing why I was staring at it,” she says. “And then it really dawned on me that the girl in the picture was me.”
The iconic shot shows a young girl, pressing an elevator button, looking up with an unreadable expression.
At the time, her name was Sharon Goldstein, growing up in Miami Beach. At fifteen, she got a summer job as an elevator girl at the Sherry Frontenac Hotel. She says the hotel was always full of tourists, and many of them had cameras. Although she wishes she remembers this particular tourist, she doesn’t. But she pieced together what happened by looking at Frank’s contact sheet.
“Robert Frank took about four photos of me without a flash in the elevator. I didn’t know he was taking them. And then when the elevator emptied of its ‘blurred demons,'” she says, “he asked me to turn around and smile at the camera. And I flashed a smile, put my hands on my hips.”
But from the single image that was chosen for The Americans, Kerouac guessed she was lonely. Collins thinks he was pretty close.
“He saw in me something that most people didn’t see. I have a big smile and a big laugh, and I’m usually pretty funny. So people see one thing in me. And I suspect Robert Frank and Jack Kerouac saw something that was deeper. That only people who were really close to me can see. It’s not necessarily loneliness, it’s … dreaminess.”
A half-century later, Collins poses in a recreation of the same scene. Below you can see this image.
(via: http://www.npr.org/)

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